Albert Pinya: «En arte, la intuición es más importante que la razón»

Entrevista a Albert Pinya, artista mallorquín y «humanista creativo»

Conversar con Albert Pinya para una entrevista es sinónimo de éxito. Se trata de uno de los artistas más activos de la isla. Es joven, atento, educado y extremadamente encantador. La obra de Albert Pinya (Palma, 1985) se caracteriza, generalmente, por partir de una ingenuidad intencionada e irónica que consigue desmantelar las estructuras perversas de la realidad. Ha desarrollado rápidamente un estilo propio e identificable, en el que aplica los códigos de la cultura popular, el cómic, la ilustración y una meditada estética ingenua que esconde un tratamiento preciso de los temas que explora. Él mismo se autodefine como “humanista creativo” porque su obsesión se centra en la observación y en el estudio de cómo el ser humano establece relaciones o vínculos con el entorno.

– Albert, ¿Cuáles son las cosas que te inspiran?

– Me inspira todo lo que forma parte de la vida. Evidentemente, hay fuentes más recurrentes que otras, como por ejemplo, el interés por el “agro-power”, la dimensión ultralocal o la poesía, siempre la poesía. Me gustan, particularmente, aquellas influencias que nos remiten a la ancestralidad y a lo telúrico, como podrían ser las culturas periféricas y la ‘payesía’. A día de hoy, me parece que son algunas de las respuestas más válidas para enfrentarse, ya no a nivel pictórico, sino como una cuestión de actitud personal, a las sociedades modernas actuales víctimas del exceso y del abuso de las nuevas tecnologías. Por ello, reivindico la categoría ancestral de las cosas. Curiosamente, en algunos sectores del mundo del arte, algunos lobbies se empeñan en la idea de “destruir” o de “asesinar” la pintura, diciendo que “los pintores tendrían que estar en museos de arqueología o de prehistoria” o que “el ejercicio de la pintura está demodé”, o que ahora los artistas contemporáneos tienen que ser “videoartistas” o fotógrafos digitales o travestis… Hay mucho inepto suelto, ya lo sabemos. El arte tecnológico no produce sombras. Y nosotros vivimos en un mundo en el que todo tiene sombras y fantasmas. Y no pienso abandonarlos.

¿Se podría decir que el mensaje de tu obra es reflejar de dónde viene el ser humano?

– Una de mis obsesiones se centra en la observación y en el estudio de cómo el ser humano establece relaciones y vínculos con el entorno. Aunque debo reconocer que me suele interesar más la función del ser humano a nivel social que a nivel individual. Constantemente, busco respuestas a diversos conflictos que nos rodean. Y creo que esta debería ser una de las funciones básicas del artista contemporáneo. La capacidad insaciable de cuestionar y replantear la existencia, la historia y, por ende, la vida. O como diría Sánchez -Castillo: «¿Y cuál es el papel del artista? Mostrar la contradicción. Esa grieta por la que se genera una sospecha.» Amén.

– ¿Tu obra ha sido premiada en Arco, ¿Qué ha significado para ti ganar este premio?

– Pues mira, la verdad es que cuando recibí el premio, no sabía ni que existía. La repercusión fue muy grande y entendí que era un reconocimiento importante. De todas formas, los premios son algo anecdótico. Lo importante son las trayectorias.

¿Por qué crees que algunas personas critican algunos trabajos que se presentan en ferias de arte como Arco?

– Creo que uno de los grandes problemas aparte de la voraz ignorancia que existe, sobretodo en nuestro país, es que el público pretende querer entender todo lo que ve. Y no se puede racionalizar una emoción. En arte, la intuición es más importante que la razón. Como en poesía.

– ¿Alguna vez has tenido miedo a equivocarte?

– El error y el fracaso forman parte del proceso creativo. Si no te equivocas, no aprendes. Si no arriesgas, no ganas.

¿Cuál es tu relación con Joan Buades?

– Joan es un apasionado del arte contemporáneo y de ahí nace el principal vínculo que nos une. Me gusta porque es una persona que tiene mucho sentido del humor y valoro este cualidad por encima de muchas otras. Es fundamental. Por la edad que tengo, podría ser su hijo, pero estoy seguro de que si tuviésemos una edad más próxima, seríamos grandes cómplices de muchas más cosas.

¿En qué estás trabajando actualmente y cuáles son tus proyectos?

– Despedí el 2015 con un esfuerzo y agotamiento máximo, al realizar cuatro exposiciones individuales durante todo el año. En la galería Allegra Ravizza (Lugano, Suiza), en el Instituto Cervantes de Berlín y de Milán, y la realización de un libro de artista, en colaboración con el poeta Àngel Terron, editado por Edicions 6a Obra Gràfica (Palma de Mallorca). Actualmente, destacaría dos de los proyectos más inmediatos en los que estoy trabajando. El primero es un proyecto sobre la trilogía del poeta Jaume C. Pons Alorda, «Tots els sepulcres», que se culminará con una exposición dentro del Festival de Poesía Leselenz, en el ciudad de Hausach, Alemania, durante el próximo mes de junio y estará comisariada por el poeta y comisario del festival José F. A. Oliver. Por otra parte, en paralelo a esta muestra, junto al poeta Jaume Munar, estamos inmersos en un proyecto editorial que trata sobre la fauna y las diferentes razas autóctonas mallorquinas, en un intento más de conectar poesía, pintura y, algo muy importante, unidades didácticas para que pueda servir como herramienta de divulgación en las escuelas.

– ¿Y cómo haces para preparar todo esto?

– Como lo haría cualquier otra persona que estuviese en mi lugar. Sin despistarse, estando muy atento, siendo paciente y, principalmente, con mucha dedicación y constancia. Arte = Vida.

– ¿Cómo te ves en los próximos 5 años?

– No te lo puedo decir, lo siento. Las cosas viven en mí, no en el tiempo. Y en mí todo es presente.

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